Que los pies te lleven por el camino más largo hacia la felicidad...

Que los ojos te ayuden a que no confundas el sol con la luz, ni lo alto del cielo con la grandeza de Dios...

Que las manos se tiendan generosas en el dar y agradecidas en el recibir...

Que el oído sea tan fiel a la hora del reproche, como debe serlo a la hora del halago...

Que las rodillas te sostengan con firmeza a la altura de tus sueños y se aflojen mansamente cuando llegue el tiempo de la oración...

Que la boca refleje la sonrisa que hay adentro...

Que la espalda sea tu mejor soporte y no la carga más pesada, pues en la cruz se entregaron y vencieron las cargas de tu alma...

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